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Me robaron la bicicleta roja. Hace poco tiempo que la tenía y quedó en el aire. Quise escuchar el sonido de las campanas en la mañana. Todo en plena ciudad, mientras construyen una nueva línea del ferrocarril metropolitano. Busqué la bicicleta entre muchas, y su color se fue descubriendo en mí paulatinamente. Un río subterráneo avanza sin alterar, aparentemente, las praderas y bosques de la superficie. Los caballos de fuerza son mi propia fuerza. Temprano me propongo el silencio y me desplazo, sin reglas, por las calles de una ciudad que primero imaginaron, y que ahora tiende a las pasiones. La belleza, roja y encabritada, es inevitable.
afecto 33