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De pronto quiero acercarme a las divinidades. Procuro decirles algo, y aparece, lentamente, la primera oración. Tengo que ir recordado, palabra a palabra, y cada una de ellas adquiere un espesor que nunca había escuchado. Cuando la tengo completa, no pude repetirla, sino que alcanzar cada palabra cada vez que la digo. Y tengo que decirla en sonidos, mirar sólo los párpados. Escuchar como resuena desde dentro, vibra por los huesos. Los dioses están en todo momento de este cuerpo.
afecto 34